De Granada a la Gran Manzana: el capataz de Los Estudiantes que conquistó Nueva York

Granada es una ciudad cofrade por excelencia. Sus cofradías y hermandades vertebran, en gran parte, el panorama social, cultural y patrimonial. La Semana Santa ha evolucionado con el paso del tiempo, pasando de ser una tradición profundamente granadina a un fenómeno social, de la que ningún granadino escapa.

Cada vez los límites son más difusos, pasando de ser tan sólo un acontecimiento local a un auténtico evento a nivel internacional, que cada año atrae a turistas y curiosos de todo el mundo para conocer la idiosincrasia propia de los cortejos procesionales. 

Los fotógrafos cofrades se multiplican cada año por mil. Sus objetivos compiten cada Cuaresma o Semana Santa por encontrar el lugar, el momento o el instante adecuado, en el que el sol converge con el palio, los guardabrisas o los candelabros de cola. Las emociones o sensaciones espontáneas de los cofrades, el llanto o la ilusión, todo es reflejado en un archivo fotográfico y audiovisual que forma parte del patrimonio social de la ciudad.

Una tarde de Miércoles Santo, discurría por la calle Cárcel Baja el paso de palio de María Santísima de los Remedios. Una foto, y un instante que darían la vuelta al mundo.

Un Miércoles Santo más, en la calle Cárcel Baja

Francisco Rodríguez Campos es el capataz del paso de palio de María Santísima de los Remedios (Hermandad de Los Estudiantes). Cada Miércoles Santo, comanda la cuadrilla de costaleros que portan por las calles de Granada a la Sagrada Imagen. Pocas personas tienen el privilegio de pertenecer a un cuerpo de capataces, dominados por una fuerte disciplina y un gran sentido de la responsabilidad.

Los capataces son, al fin y al cabo, los ojos de los costaleros que van bajo las trabajaderas. Sus órdenes quiebran el silencio de las jornadas, y su voz refleja aquello que cada costalero siente en sí mismo, pero que es incapaz de mostrar. Generalmente, la mejor escuela de capataces es la trabajadera, por lo que gran parte de éstos han sido costaleros con anterioridad.

Quizás todos estos factores fueron importantes e imprescindibles para mostrar en una fotografía el rostro de Francisco. Su mirada se alza al cielo, en busca de la Virgen de los Remedios. Es imposible ocultar la emoción que reflejan sus ojos. Es difícil encontrar en el mundo alguna expresión de fervor y devoción colectiva comparable con la Semana Santa de nuestro país, en especial la granadina. Las muestras del profundo sentir cofrade se suceden cada minuto, al paso de los cortejos por las calles y plazas de la ciudad. 

El “capataz” del metro de Nueva York

Una empleada de Francisco disfrutaba de su estancia en Nueva York. Hasta ahí, todo normal. Pero de repente, y contra todo pronóstico, apareció Francisco en una de las pantallas del metro. Su imagen tan sólo se plasmaba un par de segundos, pero suficientes para reconocer su rostro y su emoción. Su empleada dió la voz de alarma, y el rumor llegó a España. Francisco aparecía en un anuncio del metro de Nueva York.

Probablemente, la empresa de publicidad encargada buscaba una fotografía innovadora e impactante, en la que un rostro reflejara una emoción profunda y real. Desde luego, acertaron completamente. La fotografía de Francisco en la calle Cárcel Baja es la viva imagen de la emoción irradiada por los ojos. 

El surrealismo llegaba hasta tal punto que Francisco aparecía dentro de un vagón de metro, vestido con traje de chaqueta, y con la inconfundible medalla de la Hermandad Universitaria. La reacción de Francisco al conocer la noticia tuvo que ser memorable, al ser el primer capataz granadino en conquistar el metro neoyorquino.

Esta es la crónica de una anécdota peculiar y extraña, pero a la vez extraordinaria. De esta forma, queda patente el gran arraigo de la cultura cofrade en la sociedad granadina. Es tan sólo una fotografía, de los miles de rostros que contagian emoción cada jornada de la Semana Santa. Quedan los neoyorquinos invitados a disfrutar de nuestra Semana Santa, y contemplar con sus propios ojos que esa emoción no es aislada, sino colectiva. Es el sentir cofrade de Granada.