La historia de amor que esconde el cuento de 'fantasmas' del Museo Arqueológico de Granada
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A veces hace saltar la alarma, ha espantado a varios guardias de seguridad del recinto y su 'presencia' es casi una más para los trabajadores, cuentan algunos. Su relato forma parte del imaginario fantástico de la ciudad de Granada y su historia es de las más famosas entre los amantes del mundo espectral. De hecho, el balcón de la que fue su habitación, es una de las paradas obligatorias de las rutas turísticas relacionadas con el crimen y lo sobrenatural que tienen lugar en Granada.
Su nombre es Elvira y murió hace muchos años recluida en su habitación. Cuatro paredes con una ventana que quedó tapiada y sobre la cual se lee una inscripción: "Esperándola en el cielo". El misterio de esta frase alimenta la leyenda de esta adolescente (dicen que tenía entre 15 y 18 años) y del oscuro final a consecuencia de querer vivir un amor prohibido.
Relato de la historia paranormal granadina
Esta mujer era una de las grandes nobles de Granada, hija de Hernando de Zafra, tercer Señor de Castril y nieto del secretario de los Reyes Católicos, Elvira vivía en una gran casa, ahora sede del Museo Arqueológico de Granada junto a su padre, viudo y, según el cuento, de carácter agriado, violento y explosivo.
Las historias de fantasmas aseguran que su espíritu vaga aún por los pasillos de la que fue su hogar, la Casa de Castril, son muchos los trabajadores del museo ubicado en la Carrera del Darro los que han narrado que durante años han 'convivido' con un mujer joven, alta y bella que camina por los pasillos del centro y que, en ocasiones, hace saltar las alarmas de estancias vacías.
Los apasionados de lo sobrenatural explican que su espíritu se quedó anclado a esa casa tras su muerte, encerrado como lo estuvo ella en vida por decisión de su padre. La leyenda cuenta que Elvira, que era una mujer muy bella, además, tenía una relación amorosa con el hijo de una familia granadina rival de la suya, Alfonso de Quintanilla. Su celoso y autoritario padre, Hernando de Zafra, no le permitía los encuentros con hombres y, menos aún, con aquel joven noble.
"Colgado quedarás, esperándola en el cielo"
Pero los amantes contaban con una estrategia para poder verse a hurtadillas: aprovechar los viajes del padre para que el Alfonso pudiera trepar hasta la habitación de Elvira y, mientras, abajo en la calle esperaba el paje de él para dar aviso si Hernando de Zafra volviera y poder huir por la ventana. Durante una de esas citas clandestinas, el señor de Castril regresó antes de lo previsto de su viaje y, a todo correr, el paje subió a la habitación a alertarles. El noble logró huir por la ventana pero, para tragedia del pajecillo, él no consiguió seguir a su señor y fue 'cazado' por el padre de Elvira (que estaba medio desnuda) en la habitación.
Muerta de pena y... envenenada
Ciego de ira, el señor de Castril entendió que fue el paje quien había robado la honra de su hija y su familia, por lo que ordenó ejecutarlo ahí mismo, ahorcándolo desde el balcón. La leyenda narra que Hernando de Zafra le dijo antes de morir las palabras que quedarían para siempre en la fachada de la casa renacentista: "Colgado quedarás, esperándola en el cielo".
Después de aquello, el noble granadino mandó tapiar el balcón por donde el amante subía a ver a Elvira y ella, como consecuencia, encerrada de por vida en esas cuatro paredes. La historia de Elvira finalizaría con tanta pena como desesperación le provocó su aislamiento: se suicidó ingiriendo veneno.
Sucesos paranormales en el Arqueológico
Desde entonces, cuentan las narraciones paranormales, el alma torturada de Elvira recorre los pasillos del Museo Arqueológico de Granada siendo 'compañía' de visitantes y trabajadores. Los investigadores paranormales y los que saben de ella la conocen como la Dama Blanca de Castril, porque su atuendo, al parecer, son unas ropas blancas que cuelgan hasta el suelo.
No descansó ni tras su muerte
La leyenda de la familia de Zafra se extiende tras la muerte de la mujer y persiguió a su colérico padre. Cuando el Señor de Castril murió, dicen, se desató en Granada tal tormenta mientras su féretro salía de la gran casa, que fue arrastrado por las aguas desbocadas del río Darro que se había desbordado. El señor de Zafra no descansó, si quiera, tras su muerte, pues nunca pudo ser enterrado.
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