¿Quién fue Picio, el feo granadino de historia trágica que se convirtió en leyenda popular?
El zapatero de Alhendín convertido en el epítome de la fealdad por culpa de un 'estado de nervios'
Este cuadro granadino se subasta entre 18.000 y 30.000 euros en Barcelona
Hay muchos nombres granadinos que resuenan más allá de las fronteras de la provincia e, incluso, también de las andaluzas. En este caso no nos referimos a los populares Lorca, Mariana, Morentes, Cano o Ríos...
Hablamos de nombres mucho más populares, de esos que, a priori, tan solo tendrían que haber sido conocidos en sus pueblos o barrios. Nombres como el de la que escribe o el que ahora mismo está leyendo.
No obstante, por casualidades, herencias, mala fortuna o situaciones ajenas a estos personajes, normalmente humildes, la leyenda se crea en torno a su figura y, !pum!, siglos más tarde al fantasma de aquel o aquella le pitan los oídos al ser mencionados.
Una fealdad difícil de superar
Esos nombres que han quedado en el imaginario colectivo suelen llevar aparejados alguna historia o creencia que ha escrito en el mármol de la tradición verbal su nombre de pila o apodo. Es el caso, por ejemplo, del niño Gabia, aquel cuya invocación va siempre pegada a llamar a alguien "cabezón".
La historia que nos ocupa también nada en los ríos de los apelativos no tan cariñosos de las lenguas vivas. Es la de un adjetivo peyorativo que habla de forma más que directa del aspecto físico de un granadino, Picio, un señor, cuentan las leyendas, con una fealdad difícil de superar. El epítome de lo desagradable a la vista.
La historia de un zapatero de Alhendín
Alguna vez, o más bien muchas, todo granadino ha dicho o escuchado eso de "eres más feo que Picio". Pero pocos conocen quién era ese pobre señor cuyo nombre real era Francisco y de dónde procede la leyenda de su aspecto y por qué trascendió a su tiempo.
Lo bonito de las leyendas y de la cultura popular es que ponen sobre la mesa la verdad universal de que el ser humano cambia más bien poco aunque atraviese siglos.
Los sentimientos, las maneras de afrontar los escalones vitales y, al final, las pasiones y aflicciones son comunes a quien vivió en el siglo III y quien lo hace ahora.
Aunque en la actualidad tenga otro nombre, goce de una extraña fama entre el público joven, sea de las palabras más mencionadas a diario y posteado en redes sociales, la ansiedad y el estrés son tan de esta época como de la Picio, el zapatero de Alhendín que vivió, dicen, en 1800.
La leyenda cuenta que este granadino fue detenido durante la invasión napoleónica por un crimen que el mito no llega a aclarar (hay quien sostiene que fue una riña de bar) y que, ante el miedo y el estrés provocado por la condena a muerte que le fue asignada, le trajo una condena que quedaría con él a perpetuidad.
Picio, finalmente, fue absuelto y declarado inocente del cargo, pero el daño provocado por los nervios ya estaba hecho: perdió el pelo de la cabeza, las pestañas y las cejas. También su cara quedó desfigurada con extraños bultos lo que le hizo hacerse con el lóbrego mote.
Algunas historias cuentan que sucedió al revés, que Picio sufrió los estragos nerviosos tras conocer su absolución y no su pena. En cualquier caso, este camino mal cruzado con la justicia cambió la vida del zapatero granadino, quien nunca recuperó su imagen original y quedó viviendo en la marginalidad el resto de su existencia.
Tanto trascendió su historia que en el siglo XIX, una obra de teatro recuperó la leyenda de su faz y fue lo que popularizó de ahí a la eternidad el dicho "eres más feo que Picio".
Este granadino de mala vida a consecuencia del azar cuenta, además, con una entrada propia en la Real Academia de la Lengua Española (RAE), que le recoge a él y a su aspecto pero no a su desafortunada historia.
Dice la RAE:
Piciomás feo, a que Picio
1. loc. adj. coloq. Dicho de una persona: Excesivamente fea.
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