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Se alzan algo más de 100 metros sobre sus vecinos, tienen vistas privilegiadas del Generalife y, uno de ellos, da sombra a los bancales de un huerto de la Alhambra. Son un grupo selecto de 'extranjeros' que hundieron sus raíces en tierra granadina hace 170 años, cuando llegaron como regalo de un aristócrata, el mismo que dispersó otras tantas semillas de esta especie de gigantes verdes, la Secuoya californiana, por la provincia de Granada.
En la Alhambra se encuentran varios ejemplares de este enorme árbol que llama la atención a quien fija la mirada en él. Los nazaríes son aún jóvenes, tienen 170 años, apenas unos bebés si se piensa en las 3.000 primaveras que pueden llegar a vivir. Estos californianos se han adaptado bien al clima granadino pese a que sus características distan mucho de las que viven en Estados Unidos donde la humedad hace que su porte aumente hasta crear grandes bosques de gigantes de hoja perenne. Su corteza es marrón oscura y su tronco puede alcanzar más de 5 metros de diámetro.
La Secuoya Californiana llegó a Europa en el siglo XIX, en torno al año 1843. Pero de cómo llegarona la provincia Granada tan solo hay constancia, sostienen desde el Patronato de la Alhambra, de que fue el Duque de Wellington (1769-1852) en la segunda mitad del XIX quien regaló al Marqués de Corvera, Rafael de Bustos Sagade, unos ejemplares que se conviertieron en todo un bosque de gigantes que viven actualmente en su finca, La Losa, en Huéscar. Otra versión de la historia cuenta que sus semillas fueron traídas directamente por el Marqués tras un viaje a México y las esparció por sus terrenos.
En cualquier caso, cómo acabaron en la Alhambra es un misterio. Desde el Patronato tan solo pueden aportar que no llegaron al sitio palatino hasta años más tarde, entre los años 1854-1856, coincidiendo con la construcción de los Jardines altos del Generalife, que en ese momento pertenecían a un propietario particular.
Además de por el toque exótico que aportan estos vecinos 'yankis', los jardines de la Alhambra y Generalife son en sí mismos un catálogo magnífico de flora y botánica. La colección está constituída por 67 especies y 20 híbridos, pertenecientes a un total de 91 familias y 208 géneros botánicos que conforman además, su propio mapa mundi ya que proceden de distintos lugares y, por otro lado, se introdujeron en el vergel en distintas épocas históricas. Desde la Alhambra informan de que todo el catálogo florístico del Monumento, "aproximadamente un tercio se utilizaban en los jardines de época árabe, mientras que el resto son especies de introducción y uso posterior".
Rosas (Rosa sp.), claveles (Dianthus sp.), violetas (Viola odorata), alhelíes (Erysimum cheiri y Mathiola incana), lirios (Iris germanica), adelfas (Nerium oleander) o nenúfares (Nymphaea alba), son las plantas con flores que dominan el paisaje de los jardines, siendo todas ellas de implantación medieval en el monumento.
Otras plantas, estas sin flor, eran elegidas en la época exclusivamete por el olor que desprenden, es el caso de la albahaca (Ocimum basilicum), el orégano (Origanum sp.), el toronjil (Melissa officinalis), las mentas (Mentha sp.), el tomillo (Thymus sp.), el romero (Rosmarinus officinalis) o el espliego (Lavandula sp.). Entre ellas, jazmines (Jasminum sp.), cítricos (Citrus sp.), o cipreses (Cupressus sempervirens) desempeñaron un papel preponderante en la tradición jardinera islámica medieval.
Pero entre todo el catálogo hay una especie que reina en la Alhambra, tanto que incluso que una de sus dependencias lleva su nombre. El Myrtus communis, mirto o arrayán "es la especie más significativa del jardín andalusí alhambreño". Se encuentra, en la actualidad, "en la mayor parte de los espacios ajardinados de la Alhambra y del Generalife". Es la elegida por su crecimiento rápido así como por sus pequeñas flores blancas de gran poder aromático. De hecho, su nombre llega desde la voz árabe al-rayhan, que significa "el arómatico", por la fragancia que emanan sus hojas al frotarse.
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