Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
Su nombre oficial es Castillo de Santa Elena, pero ni es el original ni tampoco como se le conoce en su ciudad. La Silla del moro domina la Alhambra, la Vega y toda Granada desde su pequeña planicie rodeada de bosques y no hay día en que no salude a unos cuantos caminantes que suben hasta allí para deleitarse con sus vistas. No en vano, muchos lo coronan como el mejor mirador de Granada.
El ahora conocido como punto clave para contemplar la belleza de Granada (que puede visitarse sábados y domingos por la mañana) era un 'fuerte' militar nazarí con un propósito mucho más prosaico que el puro de deleite de los ojos. Dada su ubicación, servía para la vigilancia y protección del Generalife y las huertas "en un sector tan importante para la distribución del agua de la Acequia Real a toda la Alhambra", sostiene el Patronato de la Alhambra.
Aducen, además, que a la postre de dicha función, debía contar con algún enlace amurallado con el Generalife o con las construcciones más elevadas del Cerro del Sol e, incluso, con el recorrido de la acequia Real, que también custodiaba.
Su carácter militar se intuye por su localización, cerca de fincas vulnerables a los ataques enemigos así como por su altura. Dicha naturaleza se pudo confirmar unos siglos más tarde, cuando sirvió de sitio castrense al ejército francés de ocupación.
Esta utilidad militar es una conjetura, aunque lógica, ya que hasta mediados del siglo XX esta fortificación quedó fuera de la mirada de las instituciones y, por consiguiente, en un estado de ruina y abandono grave que provocó la desaparición de restos decorativos o epigráficos de su pasado nazarí. Tanto es así, que se desconoce incluso el nombre árabe con el que se irguió por primera vez "pues no aparece en la relación de fincas pertenecientes al sultán granadino, siendo difícil su atribución".
Lo que sí se conoce, es el nombre posterior que adquirió el enclave tras ser consagrada como iglesia en época cristiana, Santa Elena. Pero bajo esa nomenclatura quedaron enterradas muchas historias ya que en dicho periodo la construcción fue mutilada "de gran manera, privándola de cualquier resto decorativo o epigráfico que pudiera servir de punto de partida". Los franceses, por su parte, contribuyeron en gran medida al estado ruinoso del edificio, ya que decidieron volarlo antes de su retirada tras la ocupación.
Todo resto y descripción del lugar datan de épocas muy posteriores a la de la Granada nazarí y "nos aportan muy poco sobre su papel en la estructura defensiva de la capital granadina", añade el Patronato.
Ya en la historia moderna, en el primer tercio del siglo pasado se iniciaron los primeros trabajos de reconstrucción moderna de la torre principal, que hacía de vigía mayor, así como de los muros. "Fue a partir de 1929, con Torres Balbás, cuando se comenzó a prestarle atención, al descubrirse los restos de su escalera de acceso y de la puerta de la gran torre que entonces estaba destruida casi en su totalidad", añade la información del Patronato. Su cuerpo central, constituido por una espigada torre, se ubicaba sobre una plataforma asentada sobre el terreno. Por desgracia, la delgada torre no permanece entre nosotros.
Según el estudio de arquitectura Pedro Salmerón, encargados de la última intervención de restauración (2007-2010), después de la época de Torres Balbás, "las actuaciones más importantes para su recuperación son dirigidas por Francisco Prieto Moreno posteriormente", en plena Guerra Civil. Obra que tuvo que ser pospuesta por falta de medios económicos hasta 1966. "Dicho arquitecto la reconstruye en la década de 1960 ejecutando una gran torre central que colapsa parcialmente años más tarde, al carecer de uso y mantenimiento".
Desde la ficha del proyecto, el estudio informa de que "pocos años después, durante los años centrales de la década de 1970, Prieto-Moreno plantea la adecuación del edificio como restaurante, en sintonía con las expectativas de aprovechamiento turístico del Cerro del Sol. Sin embargo, nunca llegó a utilizarse. La ausencia de cierres y de función propició su paulatino deterioro hasta que en 1995 se desmoronaron parte de sus fábricas reconstruidas".
Que no perviva su nombre fundacional no quiere decir que no se le llame en un término relacionado con el largo episodio nazarí de Granada. Fuera del rigor histórico, no obstante, siempre quedan las leyendas, que pese a los devaneos lingüísticos propios de su pervivencia durante los siglos, pueden llevar unas micras de verdad en ellas.
La leyenda de por qué pasó a denominarse popularmente Silla del moro atañe directamente al último sultán de Granada, Boabdil, a quien esta leyenda, al igual que alguna otra, tampoco deja al rey en el mejor de los lugares.
Dice la tradición oral que el 'rey moro' provocó con sus malos modales que su pueblo se amotinara contra él. Y, debido al conflicto, decidiera huir a la elevada colina cercana a su residencia, la Alhambra, a refugiarse del vulgo. Desde allí, dice la fábula, el sultán, pudo observar la rebelión desde su silla, la Silla del moro.
La leyenda también cuenta que el enclave militar está conectado con el Generalife a través de una red de túneles donde yacen multitud de tesoros musulmanes abandonados.
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