Trucos para elegir los polvos que mejor le sientan a tu piel
Son los mejores aliados para conseguir el efecto buena cara, pero hay que tener en cuenta sus características y el tipo de piel para un maquillaje perfecto
El cambio de estación no sólo se nota en el descenso de las temperaturas. Nuestro rostro también experimenta algunas alteraciones estos días y puede que la piel perfecta que lucíamos los últimos días del verano ya sólo sea un recuerdo. Hemos vuelto a la rutina y, por mucho que intentemos cuidar nuestra piel y alimentarnos de manera saludable, las interminables jornadas laborales y la falta de vitamina D (ya no tenemos la suerte de disfrutar de un rato de sol) hace que nuestro rostro esté apagado y cetrino y que las bolsas y ojeras se convierta en las protagonistas de nuestra cara.
Sin olvidarse del cuidado facial (que debemos tener en cuenta todos los días y no dejar a un lado la limpieza y la hidratación), el maquillaje siempre se convierte en nuestro mejor aliado. Recurrimos a él de una manera especial ahora que tenemos que usar mascarilla y eso puede hacer que aparezcan granitos en nuestro rostro y lo aplicamos con independencia de si buscamos un aspecto más natural o más sofisticado.
Sea como sea, el truco con el que conseguiremos el efecto buena cara (esa que teníamos en verano) es aplicar unos buenos polvos. Siempre y cuando los apliquemos de manera sutil para no terminar con una tez ridículamente anaranjada o exageradamente pálida. Aplicado de forma correcta, los polvos nos proporcionan ese efecto buena cara de forma muy natural. Pero, ¿cómo sabemos cuál debemos elegir?
Saber distinguir entre las características de cada uno puede que no resulte sencillo. Primero hay que saber distinguir los tipos, translúcidos, con cobertura, iluminadores y bronceadores. Además de los dos formatos que existen. Los polvos compactos, más fáciles de aplicar, y los sueltos. Ambos se aplican con una brocha redonda, que garantiza la cobertura de todo el rostro, y se matiza con una brocha plana para resaltar zonas específicas. Antes de aplicarlos, repara en que no hayas aplicado exceso de maquillaje para que no queden parches en tu rostro. Los polvos son el aliado perfecto para fijar el maquillaje y matizar los brillos si sabemos utilizarlos, si no pueden conseguir el efecto contrario.
Polvos translúcidos
Son perfectos para quitar los brillos de la piel y para evitar cualquier reflejo no deseado después de aplicar la base de maquillaje. Proporcionan un efecto mate y son ideales para aplicarlos en las zonas más grasas de la cara, sobre todo en la frente y en el mentón. Aplícalos a toquecitos para sellar y matificar y evita aplicarlo en las zonas donde más se marcan las arrugas para evitar que resalten. Recuerda que son pequeños toques para matificar, no para crear un efecto máscara.
Polvos con cobertura
Estos polvos son perfectos para las que no quieren usar base de maquillaje, ya que actúan como un dos en uno. Son unos polvos compactos con pigmentación y textura que ayudan a tapar las imperfecciones de la piel, unificar el tono y matizar. Son perfectos para el día a día, cuando las prisas impiden poder dedicarle todo el tiempo deseado a conseguir un buen maquillaje.
Polvos iluminadores
Estos polvos ayudan a que tu piel luzca resplandeciente, ya que le aportan brillo y luminosidad. El sutil acabado en polvo con color nácar provoca un increíble efecto en la piel dotándola de un suave velo luminoso que hace que la tez se muestre mucho más joven y resplandeciente. Para un acabado muy sutil puedes aplicarlo bajo el maquillaje y si buscas un look más sofisticado, aplícalo sobre él. El efecto es muy natural. Además, estos polvos también te pueden servir para iluminar algunas zonas específicas de tu rostro.
Polvos bronceadores
Son los polvos más complicados de usar. En tonos tierra, estos polvos sirven para dar color, pero hay una delgada línea entre lograr un bonito tono bronceado o ser Julio Iglesias recién salido de la cabina de rayos UVA. Sigue la ley no escrita del maquillaje y apuesta por aquello de que menos siempre es más y no peques de excesiva. Aplica una capa sutil o juega a remarcar zonas de tu rostro con las que crear texturas y volúmenes. No los apliques por todo el rostro de forma uniforme si no quieres el efecto cara plana. Cuidado al aplicarlos de manera compulsiva porque su abuso no sólo puede darle a tu cara un color poco natural, también puede echarte unos cuantos años encima.
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