Dos películas conviven y se estorban en esta Caída libre de Laura Jou avalada por J.A. Bayona y protagonizada por una Belén Rueda que sigue empeñada en ser la reina (madura) del terror (psicológico) nacional con todas sus limitaciones a cuestas.

En la primera, ella es la entrenadora implacable y severa del equipo nacional de gimnasia deportiva que arrastra en el carácter su propio pasado como atleta de elite educada en la vieja escuela. En la segunda, esa misma mujer-máscara lidia con la (enésima) infidelidad de su marido en los límites, también extremos, de la neurosis, los celos y la obsesión que la llevan a acosar incluso a la nueva amante embarazada del esposo.

El guion de Bernat Vilaplana nunca se decanta por una ni por otra y en el cruce se va perdiendo no sólo el tono melodramático y de género que las sostenga entre espacios y arquitecturas de diseño, también nuestro ya de por sí escaso interés en comprobar hacia dónde puede llegar cada una de ellas. Sorprendentemente lo termina haciendo hacia el peor destino posible, en un repliegue moralista y de toma de autoconciencia que traiciona las propias bases del trastorno que han impulsado a nuestra mujer en crisis para perdonarla y redimirla in extremis a golpe de accidente y de bebé ajeno en los brazos.