Crítica

Noche de embrujo y buena música

Noche de embrujo y buena música

Noche de embrujo y buena música / Fermín Rodríguez

El Festival Internacional de Música y Danza de Granada ha anticipado este año su inicio, haciéndolo coincidir con las fiestas del Corpus, como ocurría en los orígenes de esta cita musical. Este concierto extraordinario se brindó a beneficio de la Fundación Reina Sofía, y estuvo a cargo de la Orquesta Ciudad de Granada bajo la dirección de su titular Lucas Macías. En el programa figuraron obras de Beethoven, Turina y Falla.

Granada tiene ganas de Festival, y así lo demostró la audiencia que la pasada noche llenó hasta la bandera el Palacio de Carlos V en la primera de la larga lista de citas musicales de primer orden previstas. El director del Festival, Antonio Moral, recibió en esta velada especial la visita de la Reina Sofía, presidenta de la Fundación filantrópica que lleva su nombre y asidua visitante de nuestro Festival. La expectación suscitada por su visita fue solo igualada por la que se mostró ante la interpretación de nuestra orquesta, que en una velada llena de embrujo ofreció un concierto pleno de momentos memorables.

El concierto se abrió con una obra de repertorio bien conocida por la OCG, la Sinfonía núm. 8 en Fa mayor de Ludwig van Beethoven. Esta sinfonía, la más breve de las de madurez, es una joya compositiva en donde el trabajo motívico y los pequeños detalles tímbricos configuran su verdadero interés. Desde el attaca inicial, Lucas Macías definió con claridad y decisión los planos sonoros y los tempi en una puesta en atriles preciosista y brillante. Preciso fue el perpetuum mobile que en el segundo movimiento rinde homenaje al metrónomo de Mäzel, delicado el trío central del tercer movimiento y resuelto el allegro que cierra la partitura. Un disfrute para los sentidos y para el intelecto del que Macías y la OCG ofrecieron una magnífica versión.

Le siguió La oración del torero de Joaquín Turina, una pieza breve llena de templanza y fervor, donde las referencias folklóricas y el uso de una rítmica suspendida de tintes impresionistas en varios pasajes resaltan los pilares fundamentales del estilo del compositor. Las cuerdas de la OCG, con un perfecto empaste y balance entre sus secciones, describieron el liviano discurso emocional de la partitura, constituyendo interludio de recogimiento en la velada.

Sin lugar a duda, el momento cumbre del concierto de la OCG llegó con la interpretación de El amor brujo de Manuel de Falla junto a la cantaora Clara Montes, obra con la que se cerró el programa. Escrita y estrenada en Madrid en 1915, mucho antes del traslado a Granada del compositor, bebe ya sin embargo en la esencia del cante jondo, una manifestación artística que Falla defendió como la esencia del flamenco y pilar fundamental para el cante hispano. El guión, en el que María Lejárraga tomo el peso principal junto a la puesta en escena por la compañía de su marido, debieron ser impactantes e innovadores en la época, pues todavía hoy en día sorprende su frescura y audacia.

La cantaora Clara Montes fue la encargada de interpretar la parte argumental de esta gitanería, combinando cante y declamación, y arropada en todo momento por el preciso marco instrumental de la OCG. Clara es una de las mejores voces del flamenco en el panorama actual y una artista con una personalidad arrolladora muy apropiadas para la obra. Desde el primer momento se metió en el papel de la gitana despechada por amor, y tanto en los parlamentos declamados como en las inigualables canciones escritas por Manuel de Falla ofreció una meditada versión, basada en un cuidado de la articulación y en una adecuada técnica, tan solo deslucida por momentos debido al uso de la megafonía, necesaria en un espacio abierto como el patio del Palacio de Carlos V, pero limitadora en lo que a los matices y la tímbrica vocal se refiere.

Lucas Macías coordinó con la exactitud de un delineante cada matiz interpretativo frente una OCG, que ofreció su mejor sonido; el director incluso interactuó en un breve diálogo con la cantaora, demostrando que su capacidad artística no tiene límites. Las cuerdas estuvieron presentes y precisas, y los vientos desplegaron su magnífico sonido perfilando los múltiples momentos expresivos de la partitura, junto a los efectistas toques de percusión. De este modo, en una velada llena de embrujo se dotó de nueva esencia a la música eterna de Manuel de Falla.

La prolongada ovación recibida por la OCG, junto a la cantante y a su director titular, resonaron nuevamente en las centenarias piedras del Palacio de Carlos V, en medio de una Alhambra misteriosa y a la vez viva, preludio de todo lo que este año ofrece el Festival, pues todavía queda mucha magia, embrujo, música y homenajes que aún están por llegar a nuestra ciudad.

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