Corpus 2022

Un cariño especial a la Feria de Granada

  • Acaba una semana de lo más intensa donde he intentado exprimir la experiencia al máximo, compartiéndolo con la gente maravillosa que me ha dado esta ciudad.

El Ferial, centro de la diversión durante las fiestas.

El Ferial, centro de la diversión durante las fiestas. / Celia Pérez / Photographerssports (Granada)

Mi primera Feria del Corpus acabó de la misma forma que empezó, entre fuegos artificiales. Una semana de lo más intensa donde he intentado exprimir la experiencia al máximo, compartiéndolo con la gente maravillosa que me ha dado esta ciudad. Lejos de solo disfrutar de la fiesta, he podido ver una Granada llena de color, gente, cultura y alegría en cada rincón. A pesar del calor, al que no estoy tan acostumbrada, la Feria de Granada me deja un buen sabor de boca y unas cuantas anécdotas que me llevo con mucho cariño a Aragón. 

La única imagen que tenía de las ferias hasta ahora era la que me formaban las noticias y las fotos en redes sociales. De verlo a vivirlo, hay un paso y no puede ser más diferente. El sábado del alumbrado pude ver por primera vez cómo era un ferial, con la suerte de que el Almanjáyar se iluminó ante mis ojos. La gente por las calles, en las casetas, bebiendo, bailando y riendo. Y así toda la semana. También pude vivir un sofocante medio día en el ferial, algo que seguro que no puede decir todo el mundo. 

Hacía mucho tiempo que tampoco me subía a ninguna atracción, yo diría que desde antes de la pandemia, y volver a hacerlo el martes me ha devuelto algo de ilusión y me ha recordado lo que me gusta volver a sentirme una niña. Ir con mis amigos, montar en los columpios, ver atardecer mientras se encendían las luces y comer algodón de azúcar en el ferial no tuvo precio. Ah, y probar un chato de vino maño, que se me olvidaba. 

El miércoles creo que fue mi día favorito, presenciando un desfile que jamás me hubiera imaginado. Tengo ganas de ver las reacciones cuando cuente en Zaragoza que la figura de una mujer, La Tarasca, que está vestida a medida, maquillada, con las uñas pintadas y claro, a lomos de un dragón, recorre Granada con charanga, gigantes y cabezudos. También me llevo los conciertos que he visto, al aire libre, sin estar sentada en una silla ni con mascarilla, algo a lo que todavía no me había acostumbrado. 

Hasta pude escuchar una charanga, que me llevó directamente a mi pueblo zaragozano, Maella, al que vuelvo en menos de un mes pero con muchas más vivencias, anécdotas, amigos y un amor a Granada que, seguro, nunca va a desaparecer. 

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