La Rayuela

Lola Quero

lolaquero@granadahoy.com

Morir tirado en el suelo

Castillo Higueras no murió de frío en la calle como René Robert en París, pero ambos nos plantean dilemas comunes

Los nombres ilustres sí remueven conciencias. Cuando las cosas dolorosas que le ocurren a diario a tantas personas, de repente, tocan de lleno a un perfil conocido, es cuando todos nos paramos a pensar un poco. Hemos sabido estos días que el fotógrafo suizo René Robert, retratador de figuras del flamenco como Paco de Lucía o Enrique Morente, murió de frío después de pasar nueve horas tirado en la acera de una concurrida calle de París. El 19 de enero, día de semana, sufrió una caída cuando daba uno de sus habituales paseos nocturnos a eso de las nueve de la noche. Y allí se quedó, en el suelo, frente a los lujosos escaparates de la zona de Plaza de la República hasta que a la mañana siguiente un sintecho llamó a emergencias. Motivo de la muerte: hipotermia severa.

Es de suponer que todos los parisinos y turistas que aquella noche esquivaron aquel cuerpo tendido en la calle pensaban que era uno más de los cientos o miles de personas que cada día viven y duermen en las calles de París o de cualquier otra ciudad. Muchos de ellos mueren de frío cada invierno y no salen en los medios de información, ni es comidilla de las redes sociales. Es casi una consecuencia lógica. De nuestra lógica de gente atareada y ciega del primer mundo. Solo tuvo ojos para él un hombre con la calle como domicilio. Esa venda que los demás llevamos casi siempre se nos cae de los ojos cuando comprobamos que la víctima es alguien que llegó a ras de suelo por puro infortunio, por una circunstancia que le podría ocurrir a cualquiera. A nosotros mismos.

Al leer esta historia es inevitable para mí recordar otra imagen reciente, la del cuerpo del exconcejal José Miguel Castillo Higueras tendido en una céntrica calle de Granada, un domingo por la mañana, cuando para la mayoría todavía no habían puesto ni las aceras. Él no sufrió una caída fortuita, ni murió de frío. Hay un culpable, una persona que le propinó el tremendo puñetazo que lo llevó al suelo de golpe. Pero en esas imágenes, tras el impacto que estremece, hay también cosas que escuecen mucho y obligan a reflexionar. Como ver la actitud aparentemente impasible con la que el atacante se detiene durante minutos para registrar su cuerpo, el paso de una persona al fondo que, como podría ocurrirnos a cualquiera, es posible que mirara para otro lado ante una escena que podía parecer conflictiva; y la perspectiva final, una vez que el agresor huye sin prisa, del cuerpo solitario y tendido de cualquier modo sobre los adoquines. Es posible que no acudiera nadie en mucho tiempo, porque, como en el caso del fotógrafo fallecido en París, la asociación mental de persona y suelo es la de sintecho o el problema. Y más ahora, cuando el miedo al Covid nos hace repeler cualquier contacto humano casi por inercia.

En el caso de la triste muerte de Castillo Higueras hay más sobre lo que reflexionar. He mencionado unas imágenes de un vídeo que muchas personas hemos visto porque no tardó en circular por redes sociales. Algunos medios de comunicación, como éste, decidimos aquel mismo día no publicar esas escenas y limitarnos a explicar que la Policía contaba con esa herramienta para su investigación, así como un relato somero de los hechos. Quizás no lo hicimos mejor ni peor que quienes optaron por publicarlo, porque en realidad tenemos que preguntarnos si esa consideración que en Granada tuvimos con quien casi todos conocíamos y con su familia la tendríamos también con otras personas anónimas.

Se ha normalizado difundir imágenes de infinidad de sucesos, registradas por cámaras de seguridad o vídeos domésticos tomados con cualquier móvil. Los que salen ahí también tienen familia. Otro motivo para pensar. Y esto vale tanto para los medios como para cualquiera con un móvil que consciente y voluntariamente comparte y difunde algo. La existencia ahora de una cámara en cualquier rincón de nuestra vida nos resta privacidad, pero también nos ayuda a conocer un mundo y unos sucesos que antes eran ajenos para gran parte de la sociedad. Porque el relato es débil en comparación con lo que tus propios ojos ven. ¿Seríamos capaces de remover sólo con palabras los sentimientos que provocan las imágenes del golpe mortal a Castillo Higueras? ¿Cómo puede ser utilizada la indignación espontánea que genera ese vídeo por quienes pretenden o temen consecuencias políticas relacionadas con prejuicios sociales? El miedo y la rabia mueven montañas.

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