Pedr-illo, el enamorado

Si tiene que cerrar periódicos y radios, ajusticiar a jueces viles y arteros, no dudemos que no le temblará el pulso

Ciudanadía (españoles), el presidente (el caudillo), no dimitió. Imagino que ustedes, ciudadanos españoles de derechas y de ultraderecha, comprenderán que no se merecen tener un presidente del Gobierno de tan ingente valía como Pedro Sánchez. Todos esos millones que no le votan y que le acusan de mentir, o de cambiar de opinión por mero interés personal para mantenerse en el Gobierno, o de pactar con los exterroristas, o de amnistiar al expresidente cobarde huido en el maletero, o de indultar a otros que pretendieron romper el Estado de derecho, o en definitiva de no aplaudir todas sus magníficas gestiones de política nacional e internacional, todos ellos, todos (y todas claro) están enormemente equivocados (y equivocadas), son injustos y solo el velo de derechas y ultraderechas que les envuelve los ojos y les ciega la razón, hace que no vean su enorme humanidad, su limpio corazón y su juvenil alma rebosante del más embelesado sentimiento, el amor. Me pregunto: ¿qué amor le hace sufrir y reflexionar?

Para convencer a todos esos derechistas y ultraderechistas que no le votan, como un tierno adolescente que escribe a su Beatriz (espero que el espíritu de Dante me perdone), el presidente tomó folio en blanco, imagino que más bien sería un ordenador, y herido en lo más íntimo se sinceró con los ciudadanos de derechas y ultraderecha que le creen un ser ignominioso y vil. Escribió a la ciudadanía, un gran recurso del idioma para no hacer referencia a eso de ciudadanos y ciudadanas que tanto le gusta decir a la clase progresista, pero no me cabe duda que en verdad no escribía a la ciudadanía que le vota, que le quiere, que le aplaude alocadamente como su vicepresidenta ‘hooligan’ Montero, a esos no les hacía falta declararse, pues ya lo aman y lo siguen como el adalid, el caudillo, el mesías y el puto amo que contiene a las hordas de derechas y ultraderechas.

Ahora nos promete seguir, con vigor renovado, hasta que lo deje todo atado y bien atado; y si para ello tiene que cerrar periódicos y radios, ajusticiar a jueces viles y arteros, no dudemos que no le temblará el pulso, pues Él es Pedr-illo, por la gracia del pueblo que le vota menos que a otros, pero solo Él declara que esta locamente enamorado. Y por su amor está dispuesto a todo. ¿Qué son cinco días de reflexión si nos promete años y años de locura de amor? Ya lo sabemos todos los ciudadanos, en particular algunos vascos y catalanes, todo sea por el amor del caudillo enamorado, locamente enamorado de su amor, el poder. Vale.

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