La Rayuela

Lola Quero

lolaquero@granadahoy.com

Hasta el infinito y más allá

Los peluches que llevan los niños ucranianos nos interpelan. Nos dicen que son familias como las nuestras, por mucho que diga Vox

Hasta el infinito y más allá

Hasta el infinito y más allá / Efe

En la imagen, un padre se acuclilla para besar a su hijo en el rostro, bajo la atenta mirada de una madre que sonríe con ojos cansados. Esta escena, que nos puede resultar familiar, no sucede en la puerta de una casa como las nuestras, sino en el subterráneo del metro de Kiev. El hombre no se despide para ir a la oficina, porque su uniforme es de camuflaje y lleva chaleco antibalas. Abraza al pequeño sin la certeza de volver a vivir ese momento, la misma inquietud que la joven lleva en la mirada mientras observa a su familia. Ella está sentada en el suelo, en la puerta de una tienda de campaña que debe de cuidar como si fuera su verdadera casa porque tiene el detalle de apilar los zapatos en la entrada.

En cambio, el chico, pálido y rubio, con su escaso medio metro de alto y de puntillas para alcanzar la cara de su padre, es el único que no parece tener miedo. Agarra con fuerza su manta. Pero no es cualquier manta. Es la de Buzz Lightyear, ese muñeco astronauta siempre valiente, siempre positivo. El que repetía sin cesar aquella frase: "Hasta el infinito y más allá". Igual que la mayoría de los niños del mundo que pueden ver películas de Disney como Toy Story, cree en los héroes, pero él ahora puede comprobar que los hay de carne y hueso, como sus propios padres, sus hermanos o sus abuelos, que resisten ante un enemigo que les ha robado sus vidas de un día para otro.

Tras esa fotografía de la agencia Efe hay una historia muy bien contada, pero es una de entre tantas similares, o peores. Miles de familias, con niños de todas las edades se han quedado en Ucrania y se refugian donde pueden. Otros han huido y recorren kilómetros bajo la nieve y ligeros de equipaje. Sorprende que entre las pocas pertenencias que pueden llevar abunden los muñecos, los pequeños juguetes y las mantas de colores. El éxodo de los peluches, he escuchado estos días.

Y al observar todas esas imágenes comprendo que esos utensilios infantiles cumplen una función vital, que es la de mantener la confianza de los más pequeños en medio de la más absoluta incertidumbre, del cansancio, del frío y cuando en las caras de sus mayores solo ven la angustia.

Todos esos héroes y princesas de cuento en gorros, bufandas y muñecos también están desempeñando otro papel inesperado. Les están recordando al mundo que esas personas no son personajes en blanco y negro como los de las películas de otra época o de esa gris Europa del Este que siempre se nos pinta. Los muñecos nos hablan. Nos dicen que en realidad son familias como las nuestras, niños como los nuestros, hijos, hermanos, nietos, amigos, a los que quizás ni dejamos ver esas imágenes para no crearles traumas. Vemos en televisión o en las fotografías a pequeños que se agarran a los mismos personajes infantiles que hay por nuestras casas. Esos que nuestros niños arrumban pocos días después de los Reyes Magos.

Así que ocurre el milagro, nos conmovemos (que les pregunten a las ONG lo difícil que es eso) y la ola de solidaridad crece. Los españoles, como tantos europeos, se organizan para donar y enviar material. Viajan al rescate y se ofrecen para acoger personas.

Pero siempre tiene que haber un borrón y Vox ya lo ha puesto. El portavoz andaluz de este partido ha dicho que cuanto más lejos de aquí se les mande mejor, porque su cultura es ajena a la nuestra, porque son diferentes. ¿A dónde los llevamos? ¿Hasta el infinito? ¿O más allá? ¿Los dejamos bajo las bombas? Señor Gavira, si cree que están mejor en los países cercanos, ¿por qué no acogemos en España con los brazos abiertos a los niños marroquíes? ¿Tendrán éstos más cosas en común con nuestros menores por venir de aquí al lado? Hasta el Gobierno polaco se ha mostrado menos extremista. En algo lleva razón este personaje de Vox tipo Grinch y es que los ucranianos han demostrado que son muy diferentes. Ellos sí son unos patriotas. Y el que se expresa así tiene una patria que no merece.

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