La decisión del Presidente del Gobierno Pedro Sánchez de abrir un periodo de reflexión personal para responderse a la pregunta de si merece la pena continuar al frente del Gobierno, ha supuesto un golpe en el tablero de la política española. Nada va a ser igual en la política de nuestro país a partir del próximo lunes cuando Pedro Sánchez comunique su decisión ante los medios de comunicación sea esta cual sea.

El asunto central que creo que nos concierne a toda la ciudadanía española es la denuncia relativa al fango en el que se ha convertido la política y la cantidad de líneas rojas que se han traspasado en los últimos tiempos que, al incorporar los bulos y las falsas noticias como estrategia que afecta incluso a los familiares, hacen irrespirable el ambiente político. También, desacredita a la función pública y disuade a nuevas generaciones de españoles para involucrarse en política.

Y es evidente que, así, la calidad de la democracia se deteriora hasta el punto de que, en realidad, se pone en peligro a la propia democracia. Con ello, el riesgo de totalitarismos es cada vez más alto. Un fenómeno bastante general por cierto: véase Portugal, Italia, Hungría o lo que puede pasar en un futuro en EEUU con Trump o en la composición del próximo Parlamento europeo tras las elecciones de junio.

Para mí es evidente la principal responsabilidad de la extrema derecha en esta situación que se ve acompañada por un Partido Popular errante, que no sabe definir bien su cálculo electoral relativo a cuanta dosis de propuestas de Vox asumir y cuanta dosis hacer como que no se asumen. Se podrán achacar errores y planteamientos equivocados de la otra parte del arco parlamentario. Pero la responsabilidad de la situación es clara en la derecha y la ultraderecha con sus terminales económicas y mediáticas.

Como socialista y demócrata que soy, aspiro a una sociedad en la que democracia sea respetada y fortalecida. Apoyo la reflexión de Pedro Sánchez y deseo que nuestra sociedad sea inteligente y aproveche esta situación para generar medidas que fortalezcan la democracia, la convivencia social, el respeto mutuo entre mayorías y minorías, la generación de acuerdos de Estado para los desafíos generales y el aislamiento político de quienes desde la extrema derecha aspiran a romper nuestro espacio de convivencia. Y reclamo altura de miras para conseguir evitar que los árboles nos impidan ver el bosque.