La Rayuela

Lola Quero

lolaquero@granadahoy.com

El win-predictor no falla

Las probabilidades no son más que eso, tener chance para ganar o perder. ¿Pero quién no ha ligado sin ser el más guapo?

Hay una imagen que se ha hecho viral estos días en la que aparecen sobreimpresionadas unas cifras sobre la pista Rod Laver de Melbourne: Daniil Medvedev 96% - Rafael Nadal 4%. Los algoritmos informáticos daban muy pocas opciones de éxito al tenista español durante la final del Open de Australia disputada el domingo pasado.

Tras la épica victoria del mallorquín, en un primer momento muchos caímos en la tentación sentimental de reírnos de las máquinas culpables de esa previsión. Reconozco que llegué a bromear y a pensar que ésta era una demostración más de que el big data y los aparatos tecnológicos que tratan de ser inteligentes, en el fondo, son algo tontos. Como cuando el navegador nos lleva por un camino más largo o hacia una calle sin salida.

Pero la realidad es otra. Los tontos somos nosotros cuando nos guiamos sólo por las indicaciones de un aparato que ha se ser un apoyo, pero no debería anular nuestro criterio. En el partido de Australia el win-predictor (nombre que recibe ese programa para analizar las opciones de triunfo de los jugadores) no falla. En ese momento, en el tercer set, cuando Nadal había perdido los dos parciales anteriores y los datos sobre su juego eran peores que los de su adversario, sus opciones de éxito eran muy limitadas. El 96% de probabilidades estaban entonces en el lado del ruso. Eso era así. El rival tenía casi todas las de ganar. No era un error.

Lo que ocurre es que las probabilidades no son más que eso, opciones, tener chance. Tanto para ganar como para perder. Luego hay que saber aprovecharlas o sobreponerse a ellas. Y ahí sí entra en juego el factor humano, el que no depende de la tecnología sino del talento, de la superación, del ingenio, de tener algo de suerte y de la capacidad para sufrir o para aguantar en la cúspide y rematar. En tenis hay una frase muy recurrente: "Qué difícil es cerrar los partidos", cuando lo tienes todo para ganar. El vértigo del que lo tiene en la mano y la relajación del que ya tiene poco que perder.

Lo que más me gusta del deporte es lo que se parece a veces a la vida en el sentido más amplio. ¿Quién no se ha puesto nervioso en un examen que tenía estudiado y ha fracasado? ¿Quién no se ha sobrepuesto alguna vez a un día fatídico para dar lo mejor a su familia por la noche? ¿Quién no ha conseguido ligar sin ser el más guapo?

Y ahora voy más allá. También hay ciudades o provincias que tenían elementos objetivos, recursos naturales, historia e influencia para estar en todo lo alto del win-predictor. Pero no se han situado a la cabeza para el triunfo y ahora están a la cola del pelotón. Falló el talento, la ambición y la honestidad de quienes tenían el poder o de quienes se dejaron gobernar por ellos. Mientras, en otros territorios menos agraciados de nacimiento, el factor humano ha hecho milagros y le ha dado la vuelta al hipotético resultado del algoritmo. Ahora la oportunidad es suya.

Ni el puerto de mar, la costa con clima tropical, la montaña y su estación de esquí. Ni la ciudad patrimonial e histórica que alberga uno de los monumentos más visitados del mundo. Ni la universidad centenaria llena de personas con talento y a la vanguardia del conocimiento científico. Nada de todo eso que podría llevar a la provincia de Granada a recibir una cifra similar a ese 96% de Medvedev, si el progreso se pronosticara con algoritmos, ha servido para que esta tierra esté cercana al éxito. Y así lo demuestran otros datos, como los del desempleo o el PIB. Pero la buena noticia, lo que recordamos el domingo pasado gracias a Nadal, es que nunca hay que darse por vencido y que por encima de todo importa la sana ambición, la que no se desgaja de la humildad y el juego limpio.

En el libro que John Carlin escribió sobre Nadal cuando éste tenía 25 años explicaba el gran varapalo que se llevó cuando los médicos le explicaron su problema en un hueso del pie. Estaba hundido. Se ha hablado siempre de las grandes condiciones y aptitudes de este jugador, pero no de que ha sabido luchar contra la adversidad durante casi toda su carrera. Los obstáculos, nuestros problemas personales o las deficientes infraestructuras de un territorio, por ejemplo, no son más que opciones en contra que el algoritmo tendrá en cuenta. Pero nada definitivo. Aunque suene a frase manida, siempre es bueno recordar que estamos a tiempo de dar la vuelta al partido.

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