Fuese, volvió y no hubo nada

Sánchez y Feijóo no se dan cuenta: una mayoría está harta de tanta ‘peleíta’ en la que los malos son los otros

Al final, lo de Pedro Sánchez fue un brindis al sol. Ni una disculpa a su partido, huérfano durante cinco días; ni una consulta al Congreso para que le ratifique su confianza. Se queda debilitado, reclamando una regeneración democrática; pero no concreta cómo afrontarla ni con quién cuenta para tarea tan colectiva. El hiperlíder socialista divide los actores políticos en buenos y malos. Y los malos son los otros. Lo mismo hace Feijóo, que llegó a la jefatura nacional del PP porque el anterior presidente acusó de tráfico de influencias a la musa de la más dura y castiza derecha española y fue defenestrado. El otrora moderado Feijóo parece hoy abducido por la estrategia disruptiva de Ayuso. Ellos también separan a los políticos en buenos o malos, y los malos son los demás.

A lo mejor Sánchez y Feijóo, no se dan cuenta. Pero una mayoría de ciudadanos está hasta las narices de las peleítas que se traen PSOE y PP desde 2004. El resultado del largo enfrentamiento civil es un deterioro máximo de las instituciones. Sánchez apunta sus quejas hacia el periodismo amarillo y una judicatura que en ocasiones funciona como correa de transmisión de la derecha más conservadora. No le falta razón, pero no toda la culpa está en ese campo. El PP ha secuestrado desde hace una década al Poder Judicial, donde tiene mayoría absoluta gracias a su cercana Asociación Profesional de la Magistratura. Pero si Sánchez quería dar ejemplo, no debió nombrar fiscal general a su ministra de Justicia, ni poner a otro titular de Justicia de su Gabinete y a una ex directora general de Moncloa como magistrados del Constitucional.

El llamado a la regeneración no es nuevo. Se reclamó al final del mandato de los seis expresidentes. Rajoy, con su partido acusado de corrupción en el caso Gürtel, la caja B de Bárcenas o la guerra sucia desde el Ministerio del Interior. Zapatero arrasado por un paro pavoroso y una crisis financiera que negó empecinadamente. Aznar, tras el mayor atentado de la historia de España, cuya autoría intentó manipular contra toda evidencia. González desgastado por trece años de desempeño, con graves casos de corrupción en su partido y la actuación de los GAL. Calvo Sotelo ni siquiera fue candidato cuando ya estaba en La Moncloa. Y Suárez, acosado por el PSOE, que dimitió cuando vio venir la asonada militar. Todos, vilipendiados en su salida.

El destino le depara probablemente lo mismo a Pedro Sánchez, para quien hacer el alambre como un funambulista es su estado natural. Algo que estresa al país, a su partido y al entero sistema constitucional.

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