No se puede permitir que un consistorio que nos ahoga con impuestos y multas tenga nuestros jardines abandonados.

Tanto a Cuenca y compañía como a sus antecesores les resulta más barato talar que cambiar proyectos.

Seguirán en la misma línea las inversiones multimillonarias para Sevilla y Málaga y la limosna para Granada y Cia.

No saben que su sevillismo electrónico será la muerte de sus trabajos, la Administración y el servicio público.

No se extrañen de que empiecen los desdoblamientos de personalidad y que la gente no sepa en qué realidad está.

Tras cinco horas para presentar una solicitud, les hacemos el trabajo a unos funcionarios que ni nos atienden físicamente.

La Administración electrónica no puede obligar a los ciudadanos a operar en un mundo que no es real.