La exégesis de Philip K. Dick | Crítica

La revelación de PKD

  • Minotauro publica la 'Exégesis' de Philip K. Dick, su obra más personal y terrible, mezcla de ensayo filosófico y revelación profética, un proyecto que su autor abordó desde la obsesión

Philip K. Dick (Chicago, 1928-Santa Ana, California, 1982).

Philip K. Dick (Chicago, 1928-Santa Ana, California, 1982).

Es un mal día para Philip K. Dick, escritor de ciencia ficción que reside en Fullerton, California. El dentista acaba de extraerle la muela del juicio y el dolor le impide realizar las tareas aun más anodinas, a pesar de la oleada de pentotal sódico que recorre su circulación y que se supone que debería suavizarlo. Su esposa, Tessa, llama a la farmacia para que le traigan un calmante más potente; suena el timbre de la puerta; Philip K. Dick abre; es una chica con el paquete de medicinas; pero no es sólo una chica con el paquete de medicinas: en su cuello luce un colgante de oro con la silueta de un pez. La imagen del colgante golpea a Philip K. Dick en el centro de la imaginación con la fuerza homicida de una coz: se despierta en él la anamnesis, la visión del apocalipsis, el vértigo. Cuando, tartamudeando, le pregunta a la chica qué es ese colgante, y ella le responde que se trata del símbolo que usaban los cristianos primitivos, todo se precipita. Esa misma tarde, esa misma noche, después de una abundante hemorragia, en el cráneo de Philip K. Dick comenzará una sorprendente función que ya no se detendrá en los ocho años venideros.

Algo ha sucedido. Una puerta se ha abierto en alguna parte, alguien que no es de este mundo trata de contactar con Philip K. Dick sirviéndose de canales que no son los ordinarios. Quién es esa entidad anónima, qué pretende, qué significado exacto posee la revelación de que trata de hacerle partícipe, son cuestiones que Philip K. Dick no ve muy claras y para desentrañar las cuales (para intentar desentrañarlas) sólo se le ocurre la solución menor de ponerlas por escrito: hojas y hojas de anotaciones que al leerse son como el vapor que escapa de una olla a presión. Durante la noche, Philip K. Dick, despierto o dormido, o despierto y dormido a la vez, ve cuadros de colores fantásticos y formas que no adquieren ninguna silueta reconocible; lee libros monstruosos en idiomas que no conoce; visita épocas alternativas donde la gente es la misma y no es la misma que le rodea en su vida doméstica; recibe visitas del Espíritu Santo, de un ángel, o de una inteligencia sobrehumana que tal vez le habla desde el futuro, o el espacio más allá de las estrellas: es difícil ubicarla.

Son los intentos de entender: qué es el universo, qué es escribir, qué es existir

Portada del libro. Portada del libro.

Portada del libro.

Esos apuntes en que Philip K. Dick anota compulsivamente cuanto sucede en su cabeza, cuanto sucede fuera de su cabeza pero refrenda al pie de la letra lo que sucede en su cabeza, van creciendo y creciendo y engrosando carpetas y llenando su escritorio y apropiándose de su propia vida hasta opacar todo lo demás. Son los intentos de entender: qué le sucede, qué es el universo, qué significa la iluminación que ha recibido, qué es escribir, qué es existir. De pronto, a Philip K. Dick se le presenta en toda su crudeza el imperativo mayor de esa criatura inteligente que es el hombre, el de comprender, el de asimilarlo todo: cuál es el sentido último de las cosas. Y para desentrañar semejante incógnita, la más importante que pueda concebirse, ningún medio ha de ser dejado de lado: han de leerse los libros e interrogar a las personas, sí, pero también los grafitis de la calle, y los listines telefónicos, también las conversaciones de los desconocidos oídas al azar, también el susurro del viento en los árboles y las formas de las nubes y el tamborileo estúpido de la lluvia sobre las aceras.

Exégesis, quizá la obra más personal y terrible de Philip K. Dick, es el testimonio de dicha investigación. A la vez que continúa con su obra creativa, durante los ocho años que se extienden desde 1974, el de la epifanía, hasta su muerte en 1982, tratará de poner orden en esa información extraña que sigue bombardeando su cerebro, estragado por el abuso de anfetaminas y posibles accesos de esquizofrenia, y que le acerca cada vez más, dice él, a la verdad última, aquella que se encuentra fuera de la caverna platónica, la que no enmascaran el capital y el odioso Imperio Romano (el gobierno de los Estados Unidos) con su panoplia de sirenas embusteras, la publicidad, el libre mercado, la propaganda presuntamente liberal. Al final, los apuntes abarcarán más de 8000 páginas de letra manuscrita, la mayoría pergeñada en horario nocturno, cuando su mujer y su hijo ya no podían molestarle, en sesiones maratonianas de las cuales, a veces, podían surgir 150 páginas de sopetón. El resultado es, como glosa Jonathan Lethem, uno de los editores del volumen, "algo absolutamente sofocante, brillante, repetitivo y contradictorio". Como la realidad misma.

Este es, seguramente, un libro irrepetible. Mezcla de ensayo filosófico por parte de alguien que no domina la filosofía, de revelación profética por parte de un lego, de autobiografía, ensayo, novela, terapia, denuncia, demencia, la edición de Exégesis que presenta ahora Minotauro en castellano traduce la que Lethem y Pamela Jackson realizaron para el mercado anglosajón en 2011 seleccionando algunos de los textos más significativos del original y comprimiéndolos en 1200 asequibles (!) páginas. No hace falta ser un devoto de Philip K. Dick (aunque ayuda) para sumergirse en el torbellino de sus atisbos y vaticinios: esta es una aventura que llama a todo ser humano que busque entender el mundo y que, para conseguirlo, no se arredre ante ningún método, común o poco común, trillado o insólito. Tampoco la locura, o sobre todo eso.

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